martes, 24 de febrero de 2009

Los afganos combaten el hambre, no a los talibanes, en el norte


La decisión de Estados Unidos de enviar miles de soldados más a Afganistán no va a suponer grandes diferencias para los habitantes de Sang e Jel, un pueblo en el norte del país cuya lucha no es contra los talibanes, sino contra el hambre.
La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ordenó el envío de 17.000 soldados más a Afganistán para combatir una insurgencia que se intensifica en el sur y el este del país.
Pero en el norte, una zona relativamente pacífica, los afganos se enfrentan a una lucha diferente. Una grave sequía y la escalada de los precios de los alimentos han dejado a cientos de miles de personas con la difícil tarea diaria de sobrevivir al invierno.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) dice que unos 280.000 afganos en el norte del país están padeciendo la sequía, la peor en una década, y que no tienen cubiertas sus necesidades básicas de alimentación.
Aunque no es parte de su mandato normal, el CICR ha distribuido alimentos con la Media Luna Roja Afgana a algunas de las zonas más afectadas, lo que pone de manifiesto no solo la escala de la crisis, sino la falta de ayuda en esta parte del país.
Aunque Afganistán es uno de los países más pobres del mundo y depende de miles de millones de dólares anuales de ayuda externa, la pobreza varía según las regiones.
La provincia de Helmand, en el sur, de donde salen más de dos tercios de la producción ilegal de opio del país y donde la insurgencia es más fuerte, es una de las tres más ricas, según un informe de la ONU de 2008. Por ejemplo, tiene el índice de propiedad de coches más elevado de Afganistán.
Sin embargo, las provincias del sur son las que más ayuda reciben. La agencia oficial estadounidense de ayuda, USAID, es el mayor donante en Afganistán con diferencia y ha destinado millones de dólares a Helmand. Si fuera un país, sería el quinto receptor de fondos de USAID.
Entre 2007-2008 esta provincia recibió 403 dólares de media por persona en ayuda, frente a los 153 de Balj, según agencias de cooperación. Las vecinas Sari e Pol y Kunduz, en cambio, solo recibieron 53 y 55 dólares de media por persona.
Para los habitantes de Sang e Jel y del distrito en el que se encuentra, Chemtal, en la provincia de Balj, cientos de kilómetros al norte de Helmand, la vida no ha cambiado desde hace cientos de años. El contacto con el exterior es muy poco frecuente, y la ayuda, menos aún.
"No hemos recibido ninguna asistencia del Gobierno. Nos prometieron que nos iban a dar comida, pero no lo han hecho", dijo Mohamad Rafi, de 25 años, en un centro de distribución de alimentos del CICR en Sang e Jel.
Rafi, junto con cientos de afganos de la zona, llegó la semana pasada a Sang e Jel, para recoger raciones de emergencia con arroz, judías, aceite y té donados por el CICR. En total está distribuyendo alimentos a unos 30.000 personas en tres provincias en las que falló la cosecha del año pasado.
La vida no es buena. No hubo nada el año pasado. Nada de agua. Nada de trigo. Si no hay agua este año, tendré que irme e ir a la ciudad", afirmó Habibulah, un agricultor de 45 años de Sang e Jel con 10 hijos.
Los afganos llevan siglos sobreviviendo a la sequía y las hambrunas, pero sin un desarrollo a largo plazo, es poco probable que rompan el ciclo de la pobreza y podrían caer tentados por grupos extremistas que se aprovechan de su descontento.
La gente de Chemtal se ve encerrada en un círculo vicioso: sin agua no hay cosecha, lo que significa que no hay semillas para plantar al año siguiente. Muchos se tienen que ir a la ciudad, o matan o venden el poco ganado que les queda.
Texto de Jonathon Burch