El 23 de mayo de 2008 el diario O Globo de Brasil publicó una entrevista que ha circulado por Internet en varias versiones. En todas, deja un registro desolador de la condición humana y de la sociedad. Esa nota refleja con absoluta claridad la lucidez -terrible lucidez- de un criminal que comenzó siendo un marginado social; la incompetencia de las autoridades; la crueldad de un sistema social que crea los elementos de su propia destrucción; el miedo de los corderos. Por momentos, las expresiones del entrevistado tienen una belleza fría y fascinante. El protagonista de esta entrevista devastadora es Marcos Camacho, jefe de la banda Primer Comando de la Capital (PCC) responsable de todo tipo de delitos y de enfrentar a las fuerzas de seguridad de igual a igual. Marcos Camacho dirige su “ejército” desde la cárcel. Lo que sigue es parte de ese texto:
Camacho se define como “una señal de estos tiempos”. Y explica con precisión: “Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias. La solución nunca apareció”. Se puede decir que habla desde el resentimiento. Pero no por eso miente. Sigue: “Ahora somos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social. ¿Vio? Yo soy culto. Leo al Dante en la prisión.”
Cuando se le habla de “solución” interrumpe para acotar: “¿Solución? No hay solución, hermano. La propia idea de “solución” ya es un error. ¿Ya vio el tamaño de las 500 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero sobre la periferia de San Pablo? Solución, ¿cómo?”
Sin embargo insinúa una salida: “Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una “tiranía esclarecida” que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice”.
Su sólida argumentación continúa: “Tendría que haber una reforma radical del proceso penal del país; tendría que haber comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y federales (nosotros hacemos hasta “conference calls” entre presidiarios). Y todo eso… implicaría un cambio psicosocial profundo en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.”
El periodista le pregunta si no tiene miedo de morir. Camacho responde: “Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. (…). Mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país. No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Allien escondido en los rincones de la ciudad. (…) Mis comandados son una mutación de la especie social. Son hongos de un gran error sucio. ¿Qué cambió en las periferias?”
Camacho habla del nuevo lenguaje que ha surgido en ese ambiente, destaca el poder que les da el dinero para corromper a la policía (“la prisión es un hotel, una oficina. ¿Cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro, entiende?”) y define a su organización: “somos una empresa moderna, rica”. Luego plantea antinomias que dejan mal parada a la sociedad: “Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en “superstars” del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos “globales”. Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros “clientes”. Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos.”
El periodista insiste en buscar una solución y pregunta “Pero, ¿qué debemos hacer?”
Camacho contesta: “Les voy a dar una idea, aunque sea en contra de mí. ¡Agarren a “los barones del polvo” (cocaína)! Hay diputados, senadores, hay generales, hay hasta ex presidentes del Paraguay en el medio de la cocaína y de las armas. ¿Pero quién va a hacer eso? ¿El ejército irá a luchar contra el PCC? Estoy leyendo a Clausewitz, “Sobre la Guerra”. No hay perspectiva de éxito. Nosotros somos hormigas devoradoras, escondidas en los rincones.
Finaliza: “Estamos todos en el centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame, hermano, no hay solución. ¿Saben por qué? Porque ustedes no entienden ni la extensión del problema. Como escribió el divino Dante: “Dejen toda esperanza. Estamos en el infierno”.
Por Luis Amman
Si alguien tiene interes en la entrevista completa sirvase:
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